Este 8 de marzo quiero dedicarlo a poder describir los problemas que encuentro en el modelo autodenominado como psicología feminista. Sin duda, el feminismo nos ha traído grandes avances e interesantes reflexiones y más que nos traerá, pero de ahí a ser un modelo psicoterapéutico hay un gran abismo.
El objetivo de este post no es desprestigiar el feminismo ni muchísimo menos, pero una cosa es una corriente filosófica y social que quiere cambiar la realidad social y otra muy distinta es que se pueda hablar de un modelo teórico.
¿Qué es un modelo teórico?
En psicología hay una infinidad de corrientes teóricas es verdad, pero todas ellas tienen un nexo en común, hay un padre o una madre concreta a la que se le puede atribuir un recorrido científico de experimentos, etc. Es decir, ha habido una persona concreta que ha estudiado psicología o medicina, por ejemplo.
Estos estudios no son casuales. Les dan la oportunidad a las personas para poder atender a diversos pacientes y poder recabar muchísima información que les ayudará a guiar sus hipótesis, es decir, seguir el proceso científico.
Todos los modelos explican de una forma u otra lo que les hace sufrir a todas las personas, cómo explicar sus conductas. El mejor ejemplo es la psicología criminal, que tiene muchos afluentes teóricos.
Modelos teóricos clásicos
Es importante entender que cualquier modelo se puede remontar a una persona en concreto que comenzó a estudiar al ser humano desde una perspectiva. La psicología cognitivo conductual, por ejemplo, comenzó con los experimentos de Watson sobre las fobias infantiles.
Este aspecto es importante, ya que es necesario saber lo que le motivaba a la persona que comenzó a estudiar de una manera distinta a las personas. También te va a ayudar a poder comprender en qué aspectos de la psicología humana pone su énfasis, en el anterior caso por ejemplo son las conductas, pero también puede ser las interacciones entre las personas o las relaciones familiares.
Un último ejemplo podría ser incluso la psicometría, la rama de conocimiento que desarrolla instrumentos de evaluación. Ésta tiene unos orígenes muy claros que remontan a un psicólogo llamado Catell. En plena segunda guerra mundial era importante saber si los soldados estaban preparados para volver a a la guerra y había que hacerlo de una manera rápida y sencilla.
Es verdad que saber los orígenes de cada aspecto de la psicología no va a ser determinante, pero nos podrá orientar a la hora de formarnos, de fijarnos en uno o en otro aspecto de la persona, etc. En definitiva, entender de dónde viene la herramienta que utilizamos nos predispone a su correcto uso y por ende a un mejor acompañamiento a las personas.
Problemas que presenta la psicología feminista
El primer problema de la psicología feminista es que no tiene un origen concreto en psicología. Es verdad que Karen Horney habló de psicoanálisis feminista y acuñó un término importantísimo y todavía muy vigente, envidia de útero. Éste hace referencia al deseo que tienen muchos hombres de poder sentir qué es tener a sus vástagos en su interior, capacidad únicamente reservada a las personas con útero, habitualmente mujeres.
Esta misma autora, junto a Anna Freud, revolucionó la corriente al poder demostrar que las mujeres no sólo eran receptáculos de deseos paternos, sino que también tienen deseo propio. Sin embargo, ninguna de las dos autoras hablaron nunca de crear un modelo nuevo, solamente de la necesidad de actualizar su corriente psicoterapéutica.
El primer problema de la psicología feminista, como claramente se ve, es que no tiene ningún origen concreto. Es verdad que ha habido teóricos que defendían la importancia del feminismo y que imbuidos por esta corriente han querido estudiar las diferencias de género, el patriarcado, etc.; pero en ningún caso han hablado de psicología feminista o feminismo psicológico o aspectos parecidos.
Esto último resulta problemático, ya que ¿en qué se fija esta corriente? ¿cuáles son sus bases teóricas y experimentales? La respuesta más sencilla es decir, pues el feminismo, sencilla pero inexacta. Esta corriente tan grande y en constante cambio tiene muchísimas subramas de conocimiento, opinión, etc.; por lo que no hay un claro nexo común o unas definiciones teóricas concretas y claras.
No hay movimiento sin sus escisiones, está claro, pero las bases son las mismas y los principios teóricos son similares. Esto no sucede en el feminismo, no hay más que ver las diferentes visiones sobre la prostitución, cómo debería ser la lucha feminista, etc.
Otro aspecto muy importante es que no explican ninguna práctica, técnica, o aspecto relevante con el que trabajar o dominar. La psicología cognitivo-conductual tiene herramientas muy concretas para recoger información, de intervención, etc.; al igual que la Gestalt o el famoso genograma, herramienta desarrollada por la terapia sistémica. Sin embargo, la psicología feminista carece de herramientas propias que le ayuden a poder explicar y demostrar qué tiene de distinto su modelo teórico.
En definitiva, una cosa es ser psicóloga y otra cosa es ser feminista. Una persona puede ser ambas cosas, pero no se pueden fusionar, ya que actualmente carece de todo sentido. Es la misma situación que se presenta cuando una persona se presenta como profesional de la psicología católica. Una cosa es tu religión y otra tu trabajo.
¿Qué opinión tienes tú sobre este post? ¿Crees que la psicología feminista tiene bases suficientes para hablar de un modelo como tal? ¡Te leo encantado en los comentarios!