Elisabeth Kübler, fue una psiquiatra muy importante en el mundo del duelo y de la muerte. Esto quizás te suene muy tétrico, pero este aspecto del ciclo de la vida también es también importante entenderlo y estudiarlo. Si te acuerdas, en su día, también hablamos de la obra de Joanne Cacciatore, Soportar lo insoportable. Esta obra fue un regalo de Kairós que explica cómo acompañar a personas que tienen que vivir un duelo traumático.
Ahora vamos a explicar qué es un duelo, cuáles son sus fases y algunas indicaciones para poder saber si estamos en una u otra fase.
¿Qué es un duelo?
Un duelo es el proceso por el que tenemos que pasar todas las personas cuando perdemos un objeto amado. Éste puede ser una persona, un trabajo, un peine muy amado… Seguramente lo has pensado ya, pero sí, estamos a condenados a hacer duelos toda la vida.
Escoger es renunciar, es una frase que mis pacientes han escuchado muchas veces. Es una parte indispensable para poder comenzar a sanar, sea lo que sea que nos pase. Uno de los mejores aprendizajes que podemos hacer es aprender a duelar, el arte de sobrellevar los duelos.
Las fases del duelo según Elisabeth Kübler
Negación
Cuando sabemos que una persona va a fallecer, sea literalmente o simbólicamente, lo habitual es que no nos lo podamos creer. Esto no es casualidad, ante cualquier evento inesperado, lo que solemos hacer es comportarnos de manera incrédula.
Las personas que están en esta fase no es que no quieran admitir la realidad por deseo propio, sino que la realidad que tiene en frente es como tener que hacer sobrevivir a un tsunami, es casi imposible.
¿Y si siempre niego el duelo?
Si optas por intentar mantenerte en esta etapa, lo único que vas a conseguir es aumentar tu estrés y tener que buscar estrategias defensivas nuevas para poder «tapar» el dolor.
Si crees que te encuentras en esta etapa, piensa en si no eres capaz de cambiar de sitio los objetos personales de dicha persona, sigues hablando sobre ella como si siguiera estando presente, si hay rituales que los mantienes por miedo a que el recuerdo desaparezca, etc.
Otra cosa es que mantengas algún ritual para poder honrarlo o acordarte de él o ella. Seguramente esto te suene mucho al día de muertos. Una costumbre muy arraigada en México, que sirve para poder mantener el espíritu del familiar vivo, como relata la película Coco. No es una negación como tal, ya que el objetivo es poder explicar al resto de los familiares quiénes son sus ancestros.
Ira
Cuando ya ves que es inevitable la pérdida y además es un ser querido, lo más lógico es poder enfadarse. ¿Por qué tiene que ser esta persona quién se vaya a morir? o ¿Por qué se ha ido la persona que tanto quería? Estas preguntas son necesarias para poder aceptar la molestia que tenemos en nuestro interior.
Poder enfadarte con esa persona, te va a permitir comenzar a sembrar la base para después entristecerte y también observar el tamaño del agujero que ha dejado la marcha. Poder culpar, gritar o frustrarse por la ausencia de esa persona u objeto, va a ser la llave para poder comenzar a sanar.
¿Y si me mantengo airado con el duelo?
Estar enfadado de manera permanente, como el sentido común nos dicta, no puede traer nada bueno. En este caso, hay dos grandes razones para evitar estar constantemente en la segunda etapa del duelo.
La primera es, que no vas a poder cerrar el duelo nunca. Esto significará que el amor que destinaste nunca se devolverá. Esto no significa que dejarás de tener la capacidad de amar, eso sería propio de una pseudociencia. Evidentemente podrás seguir amando y vinculándote con todas las personas, pero el agujero seguirá estando ahí.
Imagina una herida a la que constantemente le estás arrancando la postilla. El problema no es sólo que nunca se termine de cerrar, sino que se puede agrandar o incluso infectarse y aumentar la gravedad de la herida. Lo mismo pasa cuando no somos capaces de aceptar el dolor que nos deja la ausencia.
La otra gran razón es que esa ira no sólo se va a notar en ti misma, sino que poco a poco irá contaminando el resto de tu persona. Al final del día, tienes que entender que el cuerpo y la mete están más unidos de lo que se piensa. Estar enfadado a lo largo del tiempo, tiene muchas consecuencias a nivel fisiológico. Entre ellas el debilitamiento del sistema inmune una alteración notoria del estado del ánimo.
En conclusión, no hay ningún problema en que pases por esta fase, como he dicho antes, no siempre tienes por qué pasar por todas las fases, pero si pasas por esta no hay ningún problema. Las consecuencias negativas vienen cuando la estancia en la ira se dilata mucho en el tiempo. Si esto te parece ilógico, te recomiendo que leas La Felicidad Tóxica, una obra muy interesante y crítica con la visión positivista de la psicología.
Negociación
Hemos pasado de negar la existencia de un duelo, a estar gritando por las esquinas o cantar nuestro enfado a los cuatro vientos a intentar encontrar cuáles son las rendijas por las que se puede encontrar una alternativa a la despedida.
En este caso, la ausencia, sea para siempre o de manera temporal se vuelve tan dolorosa, que la siguiente opción es encontrar una alternativa. Quizás así explicado no te queda claro, espero que con este ejemplo sí. «No te preocupes, vamos a ir a Houston a curarte, ¡lo verás!» o una frase muy manida de las series «No te preocupes, ¡yo te donaré mi riñón para que te cures!». En este caso, lo que está haciendo la persona es buscar una alternativa a la decisión final, es decir, a la existencia del duelo.
¿Seguro que no hay ningún contrato posible?
Por muchas alternativas que busques, hay algunas veces que es inviable poder tomar alguna alternativa. Mantenerte en esta posición, buscar alternativas continuamente a una situación dolorosa, te puede llevar a situaciones peligrosas.
Como por ejemplo, no poder soportar la existencia de un cáncer de pecho. No quiero en ningún momento mitigar el sufrimiento de cualquier proceso oncológico. Sin embargo, hay momentos en los que mantenerse en la negociación para poder evitar aceptar una dura y dolorosa realidad nos puede llevar a situaciones muy peligrosas.
Depresión
Esta fase, suele ser la última etapa defensiva, porque a la persona no le quedan muchas más salidas. Ten en cuenta de que al principio del duelo, ha usado varios mecanismo de defensa, pero finalmente no hay muchas más salidas.
Es necesario poder conectar con nuestra tristeza cuando nos damos cuenta de que no tenemos más salidas que aceptar que la única opción viable es aceptar que tenemos que elaborar la despedida de dicho objeto amado.
Esta etapa del duelo no hay que confundirla con la tristeza que podemos sentir en algunos momentos. Esta tristeza es mucho más profunda y normalmente más incapacitante. Es posible, que haya momentos en los que no quieras salir de la cama, ya que el dolor es tan grande que parece no acabar nunca. En caso de que te encuentres en una situación como la que estoy describiendo, es importante que solicites cita psicológica cuanto antes.
¿La tristeza es mala per se o tiene alguna función?
La tristeza como anteriormente hemos comentado es imprescindible para poder seguir adelante. Es ilógico darse cuenta de que no hay más salidas que la despedida y no romperse por dentro. Es lo más humano y sano.
Sin embargo, quedarnos enganchados en esa ruptura de manera continuada para así evitar tener que decir el último adiós sólo nos va a traer más y dolor. En este caso, sí que podemos encontrarnos con una depresión severa o profunda. La sensación de no tener energía para absolutamente nada y un gran deseo de permanecer en la cama para caer en los brazos de Morfeo y que el día pase más rápido.
En algunos casos puede parecer tentador, ya que de esta manera el recuerdo de la persona sigue estando en nuestra memoria, pero la cruda realidad siempre se impone, queramos o no. Lo primero que olvidaremos será su olor, para después ir disipándose el sonido de su voz, risa, etc., y si no tenemos una foto suya lo último que olvidaremos será su rostro. Esto nos pasa a todas las personas, a no ser que tengamos hipermnesia, la incapacidad de olvidar, que no está libre de dolor.
Aceptación
La última y una de las más complicadas etapas del duelo. En este caso, la persona es capaz de darse cuenta del agujero que ha dejado la ausencia de ese amado y comienza el proceso de rellenarlo con el amor que ahí estaba puesto.
Este proceso no es algo automático, como nos pueden parecer en las películas. Es importante entender que aceptar la despedida de alguien, puede tener altibajos y días mejores y peores. Sin embargo, la tónica debería ser que ese dolor cada vez es menos incapacitante, cuesta menos seguir viviendo y el mundo parece que ya no es monocromo.
Nos podemos seguir emocionando ante el recuerdo de la pérdida, es natural y sano, pero ni nos quedamos enganchados a esa emoción y tampoco nos trastoca todo nuestro mundo interior. Un ejemplo podría ser la persona que se emociona al recordar el aniversario que sucedería con esa persona. Puede dejar escapar un hondo suspiro y unas lágrimas, pero no necesita hacer nada especial para poder seguir adelante, ni empaña su día. Es más, es capaz de asumir que es una herida que sigue doliente, pero es capaz de amar a otra persona de una manera honesta y veraz.