Hace tiempo escribimos sobre el regalazo que nos hicieron desde Kairós, Soportar lo insoportable, que trataba sobre cómo poder hacer frente a una situación tan compleja como es tramitar la muerte de nuestro hijo o hija. En este caso Gedisa nos ofrece una nueva perspectiva, entender el duelo desde la perspectiva social, otro regalazo de esta importante editorial, y potenciando la resiliencia.
El prisma utilizado no es solamente la única diferencia que nos encontraremos en este libro, también una visión mucho más amplia de lo que es el duelo. Antes de comenzar a reseñar el libro, me parece importante hacer una última apreciación introductoria.
Esta obra tiene un elemento especial, ya que una parte es de corte psicológico y la otra de Trabajo Social. Esto es importante, ya que no yo tengo ningún conocimiento sobre esta disciplina, por lo que mi opinión será desde mi conocimiento psicológico.
Aspectos positivos…
El libro tiene un enfoque bastante claro, aunque nunca lo mencionan directamente y es la psicología cognitivo conductual. Me parece positivo que tengan un enfoque concreto y que las explicaciones ofrecidas, cómo trabajar con la persona, aspectos a los que atender, etc. En los casos en los que no se tiene claro cómo se ha de trabajar, acaban presentando graves contradicciones o liando a la persona.
Si no tienes muy claro que es la resiliencia y no quieres acudir a grandes manuales o leer multitud de artículos, esta obra te va a resultar de gran ayuda, ya que en unas pocas páginas recogen muchísima bibliografía que te hará de hoja de ruta en el intrincado camino del duelo y la resiliencia.
Tiene un lenguaje sencillo y claro. Es verdad que quizás necesitas saber algo de psicología para percatarte de algunos matices, pero sin duda es más asequible para el público profano que los textos de Boris Cyrulnik, padre de la resiliencia. Deja claras las intenciones y los peligros de no darte permiso para poder poner palabras a tu dolor.
La visión del duelo
Lo que más me ha gustado e interesado es la visión ampliada que ofrece del concepto de duelo. En otros textos me he encontrado con la visión solamente de perder a un ser querido, aunque Sigmund Freud ya se dio cuenta de que la desaparición de un objeto amado por la persona, desde una persona hasta un trabajo, causa un dolor y es necesario recuperar ese «amor perdido».
El texto no lo aborda, pero sí que deja entrever de vez en cuando, que cuando esta recuperación no se da, se puede enquistar y producir un duelo patológico. Esto suele ser muy habitual en las estructuras melancólicas, si no conoces nada de toda esta realidad, te recomiendo ver los trabajos de Jose María Álvarez.
Aspectos negativos…
El libro tiene dos partes muy diferenciadas, la psicológica y al del trabajo social. Hasta aquí no hay pega alguna. Sin embargo, las curvas vienen cuando el contenido se repite literalmente en ambos capítulos y dentro del mismo. Es bastante cansado leer tres o cuatro veces en menos de 150 páginas las fases del duelo.
Mencionan muchas veces la importancia de la resiliencia y como antes he mencionado, te van a explicar de manera académica lo que significa, pero no terminan nunca de aterrizar cómo se puede evaluar esta resiliencia o alguna técnica concreta que pueda posibilitar este aspecto.
A su vez, la parte del trabajo social, me ha parecido repetitiva y no creo que añada ningún valor añadido a lo explicado en los anteriores capítulos. Es más, roza muchas veces los ámbitos psicológicos, aspecto que no puede suceder, debido a que no se han formado para ejercer como psicólogas o psicólogos.
El planteamiento de los grupos terapéuticos
Me parece importante destacar este punto, ya que en el capítulo del trabajo social hace algunas afirmaciones que van en contra de cualquier grupo terapéutico. La más escandalosa que me ha parecido es la siguiente idea: «Las personas que se encuentran en el grupo pueden encontrar una red de apoyo cuando se acaba el grupo». Da igual del modelo que seas, una regla fundamental siempre es que el grupo empieza y acaba en un momento y las personas no pueden tener relación entre ellas.
Me da igual que recurras a los textos clásicos de Bion, a los grupos humanistas y más laxos de Carl Rogers u opciones más cognitivo conductuales. En ninguno de los casos se permite que las relaciones del grupo se puedan reproducir fuera del mismo. Otra cosa es que se promocionen diversas actividades, que enfoquen el objetivo en que se puedan conocer entre las personas y así posibilitar una red de apoyo. Si aún te quedan dudas, te animo a que leas este clásico de Irvin Yalom, Un año con Schopenhauer.
Valoración final…
El libro no es una mala opción si te interesa comenzar a indagar sobre el duelo y la importancia de poder cultivar la resiliencia. No te preocupes por el hecho de que Cyrulnik fuese uno de los grandes autores de la psicología positiva. Su visión no es ni tan comercial como la de Martin Seligman ni tiene grandes deseos de fama.
Me parece importante poder advertirte, que todos los aspectos sobre el grupo terapéutico los ignores, ya que no están sustentados en ninguna teoría psicológica sobre grupos. Sin embargo, la aportación del trabajo social nos recuerda que también hay que insistir a las instituciones públicas en la importancia en que propicien espacios en dónde las personas se puedan encontrar e «intercuidar».
¿Para quién lo recomendaría?
A pesar del lenguaje tan sencillo y accesible, creo que está más dirigido a personas profesionales de la psicología o a personas del sector social, pero que tengan alguna formación en una rama psicológica, como puede ser la Terapia Gestalt. Creo que les dará las herramientas suficientes para poder entender bien el libro y poder diferenciar la paja del trigo.
Llegados a este punto solamente me queda agradecer nuevamente a Gedisa por este pedazo de regalazo y a vosotras, queridas personas lectoras, ¡animaros a que compréis el libro!