Los grupos de encuentro son una manera muy concreta de trabajo en la terapia grupal. Ha habido diversos autores, como Bion o Peñarrubia, que han teorizado sobre los grupos. Sin embargo, en esta obra uno de los padres del humanismo, Carl Rogers, nos ofrece en un breve obra sus experiencias llevando grupos de encuentro, si os doy la definición aquí os hago spoiler y eso está feo.
El libro se divide en varias partes, donde se expone la validez de los grupos, los efectos positivos y negativos y varios testimonios reales.
Como a muchos autores los finales no se les da del todo bien y este es otro caso. Carl Rogers hace un breve resumen de las aplicaciones de los grupos de encuentro en distintos ámbitos, aspecto que ya desarrolla antes.
Aspectos positivos…
Si estás en una formación de Gestalt, como es el mío, o en un grupo de encuentro te darás cuenta de que Rogers es capaz de describir muchísimos de los momentos que has vivido en esos espacios tan especiales. A su vez, el autor consigue introducir algo de teoría y de su toque personal sin resultar ni pesado ni inaccesible para cualquier persona no psicóloga.
Otro aspecto muy interesante es la parte en la que se presentan investigaciones empíricas que demuestran los beneficios de los distintos grupos de encuentro. Muchas veces se critica al humanismo de ausencia de validez científica, pero Rogers fue famoso por todos sus investigaciones universitarias. Es importante esta faceta, si amas el humanismo te da seguridad de que lo que amas tiene razón de ser y si eres reacio tienes argumentos de peso para abrirte a nuevos conocimientos.
Por último, Carl Rogers ofrece una visión honesta de su función como facilitador, resaltando aspectos positivos y negativos. Tenía un estilo único de trabajo y evidentemente no hay que hacer fotocopias, pero sí es recomendable coger rasgos o formas de los maestros.
Aspectos negativos…
Ya he adelantado, un aspecto negativo, el final. No es un final ni demasiado árido ni largo, pero sí es verdad que explica nuevamente como en el sector de la educación y el industrial, sobretodo, los grupos de encuentro son capaces de generar cambios significativos y duraderos.
Otro aspecto que no me ha terminado de gustar es cómo estira como un chicle, la historia de una de sus pacientes. Es verdad que es un caso muy interesante, pero en algunos momentos la misma carta de la paciente es más que suficiente, no hace falta ni interpretarla ni explicarla.
Por último, aunque lo explica al principio, me dio pena que no diera más detalles sobre cómo formarse como facilitador o como generar grupos de encuentros. En este caso, parece que copió el estilo de su contemporáneo Fritz Perls.
Valoración final…
Este libro está recomendado para cualquier persona, sobre todo para aquellas que están en un grupo de encuentro, en una formación grupal o para las personas que nos rodean, pareja, amigos, etc.; que algunas veces lo que contamos suena a chino. Si no es cumples ninguna de las anteriores condiciones, claro que puedes leer el libro, quizás sea el empuje que necesitas para meterte en una experiencia de ese tipo.
No busques teoría sobre terapia grupal y tampoco sobre grupos de encuentros. El mismo Rogers lo dice al principio, que él no quiere hacer una explicación teórica ni mucho menos, solamente volcar todas sus experiencias y vivencias.
Finalmente, es una obra que merece estar en la biblioteca de cualquier psicólogo, seas de la rama que seas, porque su forma de hacer terapia era único y, ¡quién sabe si no tendrás que enfrentarte a algún grupo en tu trayectoria profesional y/o personal!
Si quieres comprarlo, pincha aquí.